Recuerdos que se creen olvidados. Segunda parte.

Lo aceptó, en realidad tenía que aceptarlo sí o sí, a la fuerza. No significó nada para él después de todo aquello que vivieron. Después de todo lo que le prometió y todo lo que arriesgó por él y por su amor que todavía seguía intocable. Igual que esa noche. ¿Cómo iba a olvidar aquella maldita noche y a la vez magnífica?. Fue su primera vez con el hombre que quería y aún quiere. Pero también a veces se arrepentía por las consecuencias que le trajo unas escasas horas de placer a su lado. Llegó a su casa, se quitó los zapatos negros de tacón y se miró en el espejo. Realmente estaba irreconocible. Más delgada y con menos ganas de seguir adelante. Ya no era esa niña feliz que soñaba despierta y dormida. Miró atentamente sus ojos verdes, en busca de ese brillo que él decía que veía.
-¡Será posible!- exclamó - todo fue mentira, una gran mentira.
Se sentía realmente frágil. Débil ante esta situación que la estaba matando por dentro. Decidió irse a la cama y después de dos largas horas llorando y escuchando la canción que él le dedicó una y otra vez, consiguió quedarse dormida. Dios mío, se veía preciosa durmiendo. Eran tan delicada pero tan fría a la vez, igual que un copito de nieve; irrepetible. Normal, el destino había jugado tanto con ella que se había convertido en una persona diferente. A veces incluso ella misma se asustaba de ese cambio tan enorme. La horrosa alarma interrumpió su sueño. Volvió al mundo real aunque cuando estaba apunto de ponerse los zapatos de ir por casa, el móvil volvió a sonar.
-Dime, cielito.
-April, ¿qué tal si quedamos en media hora para tomar un café?
-Claro, en media hora te quiero en mi casa, porque me acabo de despertar.
-Vale, adiós.
-Hasta luego.

-¡Mierda! - gritó - ahora tengo que ponerle buena cara, lo que me faltaba.

Continuará...